Escribe: Luis Arciniega
En la mayoría de ocasiones es fácil distinguir cuándo una película será un homenaje sincero a un país, a una cultura, a un director, a una época o a un estilo cinematográfico, y cuándo será, más bien, una copia que termina percibiéndose como una burla (en efecto, vienen a la mente Godard, mon amour y Emilia Pérez.
Es desde el primer detalle que se muestra la apreciación y respeto que le tiene Rankin al cine iraní. Sin involucramiento alguno, se muestra el sello que estuvo presente en muchas de las películas de Abbas Kiarostami, Mohsen Makhmalbaf, Bahram Beyzai y muchos otros exponentes del cine iraní. Me refiero al sello del Instituto para el Desarrollo Intelectual de Infancias y Adultos Jóvenes de Irán. Esto seguido por una subversión del típico "بسم الله الرحمن الرحیم", que precede gran parte de las obras fílmicas iraníes –y cuyo significado es "en el nombre de dios, el más clemente, el más misericordioso"– por un "به نام دوستی", es decir, "en el nombre de la amistad".
Universal Language nos propone un mundo paralelo en el que no fueron los ingleses, sino los iraníes que llegaron a Canadá (eso sí, en Québec se sigue hablando francés). Y no se preocupen, Tim Horton's sigue existiendo, sólo que, en vez de French Vanilla y Timbits, vemos samovares para el té y dulces tradicionales.
En este mundo paralelo, Rankin expone la triangulación de historias que se desarrollan en Winnipeg, Manitoba: las hermanas Negin y Nazgol encuentran un billete congelado y buscan sacarlo; Massoud, un guía de turistas independiente y Matthew, un exburócrata del gobierno de Québec que regresa a casa para estar con su madre.
Combinando una especie de humor seco y, muy a menudo, absurdo, Rankin logra canalizar lo mejor de Aki Kaurismäki y Elia Suleiman –no veo mucho de Wes Anderson, como varias personas sugieren– para presentar una película que, a pesar de mostrar la gélida provincia de Manitoba a finales de invierno, emana una calidez y humanismo típico de las mejores películas iraníes.