Escribe: Luis Arciniega
Creo que muy a menudo olvidamos que para que la magia del cine funcione, debemos aceptar ser engañadxs por una historia, por un guión, por la perspectiva de una cámara, por la edición, por el uso de la música… Y así, cada vez que vemos una película, nos dejamos engañar, consciente o inconscientemente. Close-Up es una película que te hace cuestionar este engaño.
En 1989, Hossein Sabzian, un cinéfilo de treinta y tantos años, es arrestado por haberse hecho pasar por Mohsen Makhmalbaf, un cineasta bastante reconocido en Irán (director de A Moment of Innocence, The Silence y Gabbeh), y engañar a una familia de que serían los protagonistas de su próxima película. Sabzian es acusado de fraude –el hijo mayor y el padre de la familia explican que Sabzian pidió conocer toda la casa para saber qué espacios usar para “su película”, les pidió dinero prestado, durmió en su casa y hasta solicitó aventón a varias partes de la ciudad– y es llevado a juicio con la familia Ahankhah presente en la corte.
A través de una columna en una revista local, Abbas Kiarostami, posiblemente el director iraní más famoso, se enteró de este acontecimiento, pausó el proyecto en el que estaba trabajando y decidió hacer Close-Up. Kiarostami solicitó permiso a las autoridades iraníes de grabar el juicio de Sabzian, asunto al cual accedieron, y así permitiendo grabar la parte “documental” de la película. Por otro lado, Kiarostami convenció a Sabzian, a la familia Ahankhah y a otras personas involucradas de interpretarse a sí mismos y recrear los eventos que ocurrieron entre el primer contacto de Sabzian con la familia hasta su salida de prisión.
Lo cierto es que nunca se puede tener plena seguridad de que lo que se muestra en pantalla sea totalmente ficticio/recreado o totalmente real/documental. ¿Todo lo que acontece antes del juicio es recreado? ¿También el juicio es recreado? ¿En el juicio, Sabzian está actuando sabiendo que está siendo grabado? ¿Los momentos después del juicio sí son reales? Con una sofisticación aguda, Kiarostami hace que uno se haga estas preguntas en un corto tiempo de 97 minutos.
Pero debo volver al centro de la película: ¿Por qué Sabzian fingiría ser alguien más? Estando en la corte, Sabzian revela que al fingir ser Makhmalbaf, él –un hombre de clase trabajadora, desempleado, divorciado y con un hijo– sentía que era tratado con respeto y admiración, y que hasta podía darle órdenes en su lujosa casa a los Ahankhah.
Aquí quisiera tomarme la libertad de remitir a algo que dice Sabzian casi al final del juicio, porque no hay manera de que yo le pueda hacer justicia al mensaje que él da:
“Cada vez que me sentía solo en la cárcel… pensaba en aquél verso en el corán que dice ‘di el nombre de Allah y tu corazón será consolado’, pero yo no sentía consuelo alguno. Cuando me siento deprimido o agobiado me surge la necesidad de gritarle al mundo la angustia de mi alma, todos los tormentos que he pasado y todas mis penas, pero nadie quiere escucharme. Y luego viene un buen hombre que representa todo mi sufrimiento en sus películas y yo puedo ir a verlas una y otra vez. Éstas muestran las malvadas caras de aquellos que juegan con las vidas de otros, los ricos que no le prestan atención a las simples necesidades materiales de los pobres”.
Viendo el genuino arrepentimiento de Sabzian y el hecho de que se trataba de su primer crimen, el juez le pide a la familia Ahankhah perdonarlo, a lo que acceden, agregando que esperan que pueda llevar una vida honesta y que se vuelva un miembro productivo para la sociedad.
La película alcanza un momento extremadamente conmovedor cuando el verdadero Makhmalbaf (invitado por Kiarostami y consciente de lo ocurrido) va a esperar a Sabzian cuando sale de la cárcel. Sabzian, en completa sorpresa, besa la mano de Makhmalbaf, lo abraza y comienza a llorar, sólo para luego dirigirse juntos hacia la casa de los Ahankhah.
Yo decidí dejarme engañar por Kiarostami para ver una de las mejores películas jamás hechas y lo volvería a hacer muchas más veces.